Antes de seguir

Figurándome Bartleby

Antes de seguir publicando más entradas torpes que discutan el tema de la literatura, me propongo a desarrollar las ideas que siempre tengo en la cabeza delante de ud, amigo lector, esas ideas que siempre se enmarañan y que casi siempre dejo para después. Soy una estudiante de literatura que, hasta los momentos, le falta algún trecho por recorrer, una pseudo-lectora, y esto lo acoto no por falsa humildad, sino por procurar mostrarme transparente, por vislumbrar una parte de mí que se puede sentir vulnerable en la oralidad y que la escritura viene a salvar de tal manera que ofrece una herramienta como el blog para no tener que ir en busca de cada persona que haya comprado el libro y destrozarlo, quemarlo o saber, inclusive, quién ha sido el lector de semejantes ideas que me he atrevido a escribir y que luego me parecerá una barbaridad. Entré a la literatura por una obligación gustosa que me mostró lo que tenían de humanos los libros, el universo que se escondía detrás de cada palabra.

Siempre me gustó escribir poemas, aunque lo hacía muy mal. El hecho de escribir un poco de palabras que tuviesen una musicalidad definida y que expresaran lo que tenía en la cabeza o, como pensaba siempre, en el corazón, era una idea totalmente atrayente. Cuando lo hacía, intentaba que fuese de un tema importante pero siempre terminaba escribiendo un poema de amor.


El caso es que, hoy, antes de empezar a escribir esto, acababa de dejar de leer unas cuartillas que escribí hace poco, intentando tener algo que me remitiera a las ideas que quiero escribir en esta entrada de blog. Recuerdo que empecé a escribir esas líneas a raíz de una serie de conferencias que estaban tomando lugar en el auditorio de mi facultad y que yo, como no tenía más nada que hacer, asistí. En la conferencia relataron sus experiencias de primer contacto con los libros profesores de mi escuela, entre los que se encontraba el profesor Mario Morales, cuyas clases siempre he disfrutado bastante. Él y otra profesora, tienen una relación bastante cercana de amistad, desde hace mucho tiempo, por lo que era obvia la razón por la que ella estaba ahí.

Creo que los textos más hermosos que he escrito se los debo a esa conferencia, a esa etapa de mi carrera en Letras donde me pregunté incesantemente, durante varios meses ¿Porqué leo? Al intentar responder esa pregunta, escribí el texto al que hago referencia al empezar esta reflexión. También recuerdo, dada mi reciente participación en un foro cuyo tema era “¿Cuál fue tu primer libro de Javier Marías?” que en esa misma conferencia, mientras participaba un profesor muy aburrido, la profesora Nílibe, esperando al Prof. Mario, se sentó cerca de mí y de sus manos saltaba a mi vista un libro de un autor que una amiga me había referido, al mismo Marías. La novela: El siglo. Dado mi aburrimiento, decidí hojear el libro a ver que me ofrecía. Terminé de leer el primer capítulo cuando la intervención de este profesor tan pesado terminaba. No podía despegarme de él aunque la profesora se tenía que ir y con ella su libro. Opinando sobre el tema en el foro, escribí una de las opiniones más conmovedoras que yo haya tenido sobre Javier Marías.

Con mucho ahínco, quisiera preguntarme todos los días el porqué de mi lectura. Cada vez que tengo que redactar opiniones sobre los libros que he leído obligatoriamente, me indisciplino y busco leer otra cosa. Seré otro de los Bartlebys de Melville o quizás uno de Vila-Matas, negándome continuamente al mundo, a la literatura.

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