Blancuscos talleres y Montejo.

Narrar las experiencias vividas en la poesía puede liberar la tinta para crear un poema. Probablemente vivir las experiencias sea una mejor forma de ser libertador de poemas, aunque no siempre sea de esa manera, aunque no siempre se “vivan”. ¿La vocación poética nace o se hace? La poesía es, quizás, el género literario más complejo dentro de la literatura, en la poesía convergen todos los géneros literarios; en la poesía se refleja la vida misma del autor, tal como refleja Montejo profuso dentro de las nieves nutricias de su taller de poesía donde aprendió a relatar y a contar y a poetizar.

“En cuanto a mi, he dicho que no asistí a ningún lugar donde ganarme la experiencia del oficio. Así menos porque lo creía, lo he repetido. Quiero rectificar ahora este vano aserto pues no había reparado en que, siendo niño, muy niño asistí intensamente a uno. Estuve mucho tiempo en el taller blanco” Eugenio Montejo en El taller blanco.
¿Será que cada uno de los entes humanos de este planeta nos metemos en alguna etapa temprana de nuestra vida dentro de ese taller, llámese blanco, verde, azul…? ¿Acaso nos damos cuenta, alguna vez alguien sin libros publicados se dio cuenta de ese taller de poesía en donde estuvo inmerso? Los viajes del alma hasta la estratosfera literaria donde está la poesía turban al lector, marean al autor y le roban la tinta.

A veces se camina por la vida sin tener conciencia de las palabras que decimos, algún poeta, que si lo hace, tomará nuestras retóricas y las firmará como suyas, pero sabiendo que en el taller transparente las aprendió a usar, que en ese taller transformó lo poético en poemas. “Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida. Solo en el poema la poesía se aísla y revela plenamente.” Octavio Paz en El arco y la lira.


Lo poético de la fragancia resinosa, o los canastos de pan, capturado dentro unos cortos vocablos. Si quisiera referirme al “árbol plantado junto a la acera de la cuadra donde resido”, bastaría con esa descripción, para muchos; el poema es algo más que “para muchos”, busca ser algo más que ese “árbol”, el árbol es, más bien, ese estado amorfo del que habla Paz. Tal vez para el lector el árbol se cimiente mejor al agregarle, por ejemplo, mis experiencias de la infancia, cuando jugaba junto al árbol, cuando escribí mi nombre junto al de mi novio en su corteza…

Envolverse las manos con harina, como el mago que prepara su acto y se envuelve las manos para hacer magia, envolver la pluma en tinta para hacer magia. ¿No tiene el poeta las mismas preocupaciones que un carpintero, un artesano, un herrero o un panadero? Sus poesías necesitan de la madera, del fuego, del barro, necesitan de los frutos de la tierra, de los frutos de su alma y de su ser entero para existir. Palmo a palmo, palabra a palabra, tabla a tabla. En el taller transparente, donde se respira en cada suspiro el pasado del futuro, se paren las palabras que todos los poetas han expuesto para ser hurtadas por ellos mismos.

El poema no se construye sino a través de la poesía, la poesía es lo impreciso del taller blanco, o del incoloro. En un poema se aúnan los hornos con el papel, los clavos con las íes, los óleos con las metáforas. Suma preocupación de los poetas para crear la historia del pasado.

Junio del 2006

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