Entre Durrell y el cine contemporaneo


Lawrence Durrell escribe en su brillante inicio del cuarteto de Alejandría, el tomo llamado Justine, un fragmento muy iluminador en torno a la vida, un pasaje que tiene el personaje principal, la misma Justine, en su diario:

Es inútil imaginar que uno se enamore por una correspondencia espiritual o intelectual; el amor es el incendio de dos almas empeñadas en crecer y manifestarse independientemente. Es como si algo explotara sin ruido en cada una de ellas. Deslumbrado e inquieto, el amante examina su experiencia o la de su amada; la gratitud de ésta, proyectándose erróneamente hacia un donante crea la ilusión de que está en comunión con el amante, pero es falso: Es objeto amado no es sino aquel que ha compartido simultáneamente una experiencia, a la manera de Narciso; y el deseo de estar junto al objeto amado no responde al anhelo de poseerlo, sino al de que dos experiencias se comparen mutuamente, como imágenes en espejos diferentes. Todo ellos puede preceder a la primera mirada, al primer beso o contacto; precede la ambición, al orgullo y a la envidia; precede a las primeras declaraciones que marcan el instante de la crisis, porque a partir de allí el amor degenera en costumbre, posesión y regresa a la soledad. (Durrell: 64)


Las palabras de Durrell levitan en mi memoria haciendo iniciando un rally de emociones. Hace poco ví una película en donde las cosas reales son más extrañas aún que la misma ficción, en donde hay un personaje real cuya vida está siendo escrita por una autora que vive en la misma ciudad que él. No puedo evitar sentirme como Harold, mi vida está siendo escrita en algún lugar de la misma ciudad.Quiero pensar que no está siendo escrita, sino que está siendo pensada, al menos. La palabra escrita tiene mucha más densidad que la pensada, pero es mucho más volátil.

Advierto el peso de unas manos que escriben mi destino, que el amor que tengo en este momento es como las palabras: cuando lo escribo parece totalmente trascendente. Cuando lo pienso, pierde el valor que de verdad tiene, lo malo es que aún no estoy muy segura del valor de este amor que estoy viviendo. Luego de ver Stranger Than Fiction solo contacté a uno de mis amigos, el que me la recomendó. No pude evitar enviarle un mensaje de texto, para decirle que, en el mismo momento que el personaje principal de la película ajustaba su reloj a las 6:18, mi reloj dio la misma hora. Entre Harold Crick y yo hay una conexión ineludible: Los dos formamos parte de un mundo casi matemático en el que no tenemos sueños, o al menos los tenemos, pero no nos esforzamos en hacerlos realidad. Harold Crick y yo soñamos muy profundamente y los dos sentimos, en algún momento de la historia, que nuestra vida está escrita por algún escritor genial, que se encargó de armar todas las piezas para darnos un final muy irónico, pero brillante al mismo tiempo. Justine clama que el amor se enciende con dos flamas que buscan crecer y ser independientes, pues creo que esas, de ahora en adelante, serán mis relaciones. Nada se puede dar por sentado, nada es para siempre, porque ni siquiera nuestra mera existencia es para siempre. Entre dos personas el amor no puede durar para siempre, porque si claman que duró, no es amor, es costumbre o un camino de vuelta a la soledad.

El hombre continuamente pretende que va más allá del límite del tiempo. Quiere combatir la inmortalidad con una característica que lo lleve más allá de su misma muerte. En esa búsqueda, él amor se presenta como una hipótesis, ahí es donde entra Justine.

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