S/T

A mis miedos

Camino perforando el frío
pateando este angosto cuarto
que me discrimina los pies.
Lo sacudo y me deslizo en el suelo
con una sublime puñalada de nieve
que importo de estos labios
ojerizos
ásperos
ausentes

2007

Una historia que me ví en la necesidad de contar.

Trance Vehicular

Jamás el hedor de la humedad había adquirido una cualidad tan dulce. Él siempre se sentaba junto a la ventana, en la segunda fila de puestos del bus de la cinco. Ella no pensó volverlo a ver nunca más, sin embargo pensó que esto era un desafortunado giro de acontecimientos.

Al compartir el espacio personal en los buses, pocas veces se forman lazos tan perdurables como los que su imaginación ató en el anterior viaje, donde él, con el calor particular que expedía su cuerpo y la mirada inconstante, viajaba en el anárquico vehículo de vuelta a casa.

Solo los permisos pedidos y concedidos eran la oración que imploraba la presencia del lenguaje, pero aún así ella lo podía leer, podía inferir en el gesto de sus manos una palabra, podía imaginar qué haría luego de bajarse siempre en la misma intransitable parada que le escindía las presencias. Sabía que verle cada día en el bus de las cinco era el título de la recopilación de cuentos que, sin sentido aparente, había acumulado en sus cinco sentidos. Sí, eso era él, un titulo, un hermético y fugaz título que resonaba con los beats que preñaban sus venas llenas de sensaciones.

Con frecuencia se preguntaba si debía alguna vez bajarse en la misma parada que él, pese a saber de antemano que quizás eso signifique cerrar el libro y hojear una biografía alternativa publicada por alguna editorial anónima; en su mente ya había repasado esa historia miles de veces.

Todo este trance se rompió abruptamente cuando la última página del libro trajo sus ojos, que la escudriñaron profundamente. Conociendo su destino, conociendo su parada, fluyeron en un espasmo de caos y se vertieron en la hora en la que el bus se detuvo para anunciar la última parada. Con toda la intención, tomaron la ruta de regreso y decidieron releerse el uno al otro, en un trance vehicular.

Antes de seguir

Figurándome Bartleby

Antes de seguir publicando más entradas torpes que discutan el tema de la literatura, me propongo a desarrollar las ideas que siempre tengo en la cabeza delante de ud, amigo lector, esas ideas que siempre se enmarañan y que casi siempre dejo para después. Soy una estudiante de literatura que, hasta los momentos, le falta algún trecho por recorrer, una pseudo-lectora, y esto lo acoto no por falsa humildad, sino por procurar mostrarme transparente, por vislumbrar una parte de mí que se puede sentir vulnerable en la oralidad y que la escritura viene a salvar de tal manera que ofrece una herramienta como el blog para no tener que ir en busca de cada persona que haya comprado el libro y destrozarlo, quemarlo o saber, inclusive, quién ha sido el lector de semejantes ideas que me he atrevido a escribir y que luego me parecerá una barbaridad. Entré a la literatura por una obligación gustosa que me mostró lo que tenían de humanos los libros, el universo que se escondía detrás de cada palabra.

Siempre me gustó escribir poemas, aunque lo hacía muy mal. El hecho de escribir un poco de palabras que tuviesen una musicalidad definida y que expresaran lo que tenía en la cabeza o, como pensaba siempre, en el corazón, era una idea totalmente atrayente. Cuando lo hacía, intentaba que fuese de un tema importante pero siempre terminaba escribiendo un poema de amor.


El caso es que, hoy, antes de empezar a escribir esto, acababa de dejar de leer unas cuartillas que escribí hace poco, intentando tener algo que me remitiera a las ideas que quiero escribir en esta entrada de blog. Recuerdo que empecé a escribir esas líneas a raíz de una serie de conferencias que estaban tomando lugar en el auditorio de mi facultad y que yo, como no tenía más nada que hacer, asistí. En la conferencia relataron sus experiencias de primer contacto con los libros profesores de mi escuela, entre los que se encontraba el profesor Mario Morales, cuyas clases siempre he disfrutado bastante. Él y otra profesora, tienen una relación bastante cercana de amistad, desde hace mucho tiempo, por lo que era obvia la razón por la que ella estaba ahí.

Creo que los textos más hermosos que he escrito se los debo a esa conferencia, a esa etapa de mi carrera en Letras donde me pregunté incesantemente, durante varios meses ¿Porqué leo? Al intentar responder esa pregunta, escribí el texto al que hago referencia al empezar esta reflexión. También recuerdo, dada mi reciente participación en un foro cuyo tema era “¿Cuál fue tu primer libro de Javier Marías?” que en esa misma conferencia, mientras participaba un profesor muy aburrido, la profesora Nílibe, esperando al Prof. Mario, se sentó cerca de mí y de sus manos saltaba a mi vista un libro de un autor que una amiga me había referido, al mismo Marías. La novela: El siglo. Dado mi aburrimiento, decidí hojear el libro a ver que me ofrecía. Terminé de leer el primer capítulo cuando la intervención de este profesor tan pesado terminaba. No podía despegarme de él aunque la profesora se tenía que ir y con ella su libro. Opinando sobre el tema en el foro, escribí una de las opiniones más conmovedoras que yo haya tenido sobre Javier Marías.

Con mucho ahínco, quisiera preguntarme todos los días el porqué de mi lectura. Cada vez que tengo que redactar opiniones sobre los libros que he leído obligatoriamente, me indisciplino y busco leer otra cosa. Seré otro de los Bartlebys de Melville o quizás uno de Vila-Matas, negándome continuamente al mundo, a la literatura.

Blancuscos talleres y Montejo.

Narrar las experiencias vividas en la poesía puede liberar la tinta para crear un poema. Probablemente vivir las experiencias sea una mejor forma de ser libertador de poemas, aunque no siempre sea de esa manera, aunque no siempre se “vivan”. ¿La vocación poética nace o se hace? La poesía es, quizás, el género literario más complejo dentro de la literatura, en la poesía convergen todos los géneros literarios; en la poesía se refleja la vida misma del autor, tal como refleja Montejo profuso dentro de las nieves nutricias de su taller de poesía donde aprendió a relatar y a contar y a poetizar.

“En cuanto a mi, he dicho que no asistí a ningún lugar donde ganarme la experiencia del oficio. Así menos porque lo creía, lo he repetido. Quiero rectificar ahora este vano aserto pues no había reparado en que, siendo niño, muy niño asistí intensamente a uno. Estuve mucho tiempo en el taller blanco” Eugenio Montejo en El taller blanco.
¿Será que cada uno de los entes humanos de este planeta nos metemos en alguna etapa temprana de nuestra vida dentro de ese taller, llámese blanco, verde, azul…? ¿Acaso nos damos cuenta, alguna vez alguien sin libros publicados se dio cuenta de ese taller de poesía en donde estuvo inmerso? Los viajes del alma hasta la estratosfera literaria donde está la poesía turban al lector, marean al autor y le roban la tinta.

A veces se camina por la vida sin tener conciencia de las palabras que decimos, algún poeta, que si lo hace, tomará nuestras retóricas y las firmará como suyas, pero sabiendo que en el taller transparente las aprendió a usar, que en ese taller transformó lo poético en poemas. “Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida. Solo en el poema la poesía se aísla y revela plenamente.” Octavio Paz en El arco y la lira.


Lo poético de la fragancia resinosa, o los canastos de pan, capturado dentro unos cortos vocablos. Si quisiera referirme al “árbol plantado junto a la acera de la cuadra donde resido”, bastaría con esa descripción, para muchos; el poema es algo más que “para muchos”, busca ser algo más que ese “árbol”, el árbol es, más bien, ese estado amorfo del que habla Paz. Tal vez para el lector el árbol se cimiente mejor al agregarle, por ejemplo, mis experiencias de la infancia, cuando jugaba junto al árbol, cuando escribí mi nombre junto al de mi novio en su corteza…

Envolverse las manos con harina, como el mago que prepara su acto y se envuelve las manos para hacer magia, envolver la pluma en tinta para hacer magia. ¿No tiene el poeta las mismas preocupaciones que un carpintero, un artesano, un herrero o un panadero? Sus poesías necesitan de la madera, del fuego, del barro, necesitan de los frutos de la tierra, de los frutos de su alma y de su ser entero para existir. Palmo a palmo, palabra a palabra, tabla a tabla. En el taller transparente, donde se respira en cada suspiro el pasado del futuro, se paren las palabras que todos los poetas han expuesto para ser hurtadas por ellos mismos.

El poema no se construye sino a través de la poesía, la poesía es lo impreciso del taller blanco, o del incoloro. En un poema se aúnan los hornos con el papel, los clavos con las íes, los óleos con las metáforas. Suma preocupación de los poetas para crear la historia del pasado.

Junio del 2006

Enrique Vila-Matas

Escuchar a Vila-Matas hablando de literatura no tiene precio.

Viscosidades temporales.

Suelo pasar mis ratos libres, o más bien, los ratos que quiero hacer libres en la sala de mi casa, cuarto que es accesible desde cualquier punto de vista, donde, en el espacio que deja la puerta delantera de la casa con el techo, hay un reloj de pared. Me paso la mayoría de ese tiempo libre reuniendo cosas en mi cabeza para pensar o dejarlas regadas en la memoria. Muchas veces tengo conversaciones acerca de estos tópicos. ¿Con quién hablo? Con el reloj de pared. No importa donde esté, siempre le hablo al reloj de pared como si fuese una persona, una entidad que puede comprender lo que le digo y que hará los mismos gestos de aprobación o desaprobación que yo. Largas y amigables conversaciones he tenido con ese reloj, pero me falta intimidad en la sala para poder tener una buena relación con él. Ayer lo quité de donde estaba y lo puse debajo de mi colchón.

Entre Durrell y el cine contemporaneo


Lawrence Durrell escribe en su brillante inicio del cuarteto de Alejandría, el tomo llamado Justine, un fragmento muy iluminador en torno a la vida, un pasaje que tiene el personaje principal, la misma Justine, en su diario:

Es inútil imaginar que uno se enamore por una correspondencia espiritual o intelectual; el amor es el incendio de dos almas empeñadas en crecer y manifestarse independientemente. Es como si algo explotara sin ruido en cada una de ellas. Deslumbrado e inquieto, el amante examina su experiencia o la de su amada; la gratitud de ésta, proyectándose erróneamente hacia un donante crea la ilusión de que está en comunión con el amante, pero es falso: Es objeto amado no es sino aquel que ha compartido simultáneamente una experiencia, a la manera de Narciso; y el deseo de estar junto al objeto amado no responde al anhelo de poseerlo, sino al de que dos experiencias se comparen mutuamente, como imágenes en espejos diferentes. Todo ellos puede preceder a la primera mirada, al primer beso o contacto; precede la ambición, al orgullo y a la envidia; precede a las primeras declaraciones que marcan el instante de la crisis, porque a partir de allí el amor degenera en costumbre, posesión y regresa a la soledad. (Durrell: 64)


Las palabras de Durrell levitan en mi memoria haciendo iniciando un rally de emociones. Hace poco ví una película en donde las cosas reales son más extrañas aún que la misma ficción, en donde hay un personaje real cuya vida está siendo escrita por una autora que vive en la misma ciudad que él. No puedo evitar sentirme como Harold, mi vida está siendo escrita en algún lugar de la misma ciudad.Quiero pensar que no está siendo escrita, sino que está siendo pensada, al menos. La palabra escrita tiene mucha más densidad que la pensada, pero es mucho más volátil.

Advierto el peso de unas manos que escriben mi destino, que el amor que tengo en este momento es como las palabras: cuando lo escribo parece totalmente trascendente. Cuando lo pienso, pierde el valor que de verdad tiene, lo malo es que aún no estoy muy segura del valor de este amor que estoy viviendo. Luego de ver Stranger Than Fiction solo contacté a uno de mis amigos, el que me la recomendó. No pude evitar enviarle un mensaje de texto, para decirle que, en el mismo momento que el personaje principal de la película ajustaba su reloj a las 6:18, mi reloj dio la misma hora. Entre Harold Crick y yo hay una conexión ineludible: Los dos formamos parte de un mundo casi matemático en el que no tenemos sueños, o al menos los tenemos, pero no nos esforzamos en hacerlos realidad. Harold Crick y yo soñamos muy profundamente y los dos sentimos, en algún momento de la historia, que nuestra vida está escrita por algún escritor genial, que se encargó de armar todas las piezas para darnos un final muy irónico, pero brillante al mismo tiempo. Justine clama que el amor se enciende con dos flamas que buscan crecer y ser independientes, pues creo que esas, de ahora en adelante, serán mis relaciones. Nada se puede dar por sentado, nada es para siempre, porque ni siquiera nuestra mera existencia es para siempre. Entre dos personas el amor no puede durar para siempre, porque si claman que duró, no es amor, es costumbre o un camino de vuelta a la soledad.

El hombre continuamente pretende que va más allá del límite del tiempo. Quiere combatir la inmortalidad con una característica que lo lleve más allá de su misma muerte. En esa búsqueda, él amor se presenta como una hipótesis, ahí es donde entra Justine.

La mirada pictórica. La obra de Francisco Hung vs. El contexto cultural y racial del artista.


Mirar la obra de Francisco Hung enclaustrada en un museo es una prueba de las muchas miradas pictórica que puede presentar a los espectadores el arte plástico.

Este maracucho hecho con materiales provenientes de continente asiático se muestra a sí mismo en la obra: La representación de escenas íntimas familiares en tinta china sobre papel chino es una doble desnudez. Hung se autorretrata en cuerpo y alma, en herencia, en esencia.

Las escenas del mundo personal del artista se vulneran ante el lector de arte: Sus personajes, inclusive él mismo, se despojan de toda vestidura acrílica, de trazos que estén de más o de colores que sobran. El trazo espontáneo que compone la transitoriedad de la vida es lo que hace que el dios artista procure, con pocos visos, exponer a la escudriño de la víctima artística las líneas que dividen su realidad de la visión paralela del arte.

Yo, siendo partícipe del arte solo en los salones de clase, me dibujo ante las líneas que me sugiere Hung. La mirada poética es una aliada en la contemplación y la visita al museo te despide despojado de cualquier ropaje prejuicioso, al mismo tiempo que te regala otras ropas, dándoles tu el nombre que quieras.

La vida, el cine, el tiempo. Una mirada a Waking Life

Hace poco tiempo debía realizar un ensayo acerca de un libro que había leído para una clase. Al no poder pensar en nada, opté por ver una película, una de mis favoritas: Waking life de Richar Linklater. Este film siempre despierta a mis neuronas, pero esta vez la reflexión que pude percibir, la tuve por escrito.

En una de las escenas, dos personajes, mujeres, están sentadas en un café hablando sobre la regeneración celular. Decían que nuestras células se regeneran en los seres humanos cada 7 años. Cada 7 años termina un ciclo importante de la vida del ser humano.


Es extraño pensar que si nuestras células se regeneran cada 7 años, quiere decir que cuando cumplí 7 dejé de ser un bebé y me convertí en una niña, cuando cumplí 14 dejé de ser una niña y me convertí en una adolescente, al cumplir los 21 dejaré de ser una adolescente y empezaré a convertirme en una persona adulta… Ese pensamiento me aterra, pues estoy pasando por lo que llamaré un período sabático de mi vida en el cual no sé dónde estoy parada, increíblemente parecida a la etapa cuando tenía 13 años, que buscaba encontrarme a mí misma, para poder enfrentar las situaciones de mundo con toda libertad, con ese libre albedrío imaginario que sostenemos…

Las respuestas están en el aire, como si estuviesen ahí para que yo las tomara y viviera de las experiencias de los demás… He llegado a una etapa de reconocimiento de mí misma, en donde tengo que aislarme para poder analizar lo que ha estado pasando en mi vida y qué camino voy a tomar de ahora en adelante. Creo, es el pensamiento que llevo más firme en mi existencialidad, que debo recapitular mi vida y ver hacia adónde me está llevando todo esto…

Hace 7 años me miré en el espejo y busqué decirme algunas palabras de las que no estaba segura cual fuese su significado. No encontraba otras sino muchas hirientes, que no me hacía bien decirlas, pero creo que por amor a la oralidad siempre lo hice, no importaba que palabras dijese, siempre eran palabras. Palabras que olían a antiguo. Palabras que aún recorren los pasillos de mi cabeza, buscando alguna puerta que las conduzca al exterior.