Hablo y me hablo


“Realidad, una migaja de tu mesa es suficiente.”

Rafael Cadenas

Leer literatura en estos tiempos tan rápidos y mercantilistas no resulta difícil, hay libros por doquier gracias a las casas editoriales que necesitan poner a producir su capital y a los escritores que entregan historias a los lectores con tal de tener una vida cómoda, al menos. Leer poesía es un privilegio de algunos, entonces. Los poemarios que circulan las calles no son muy comunes y si se buscan sus lectores, son más escasos aún. Parece mentira que un género tan divino como lo es la poesía se escurra sólo entre unos cuantos.

A veces yo también incurro entre los que caminan entre calles llenas de poemarios sin leer sin darnos cuenta. Detenerse a oler las flores no es un requerimiento que nos lleve a ganar más dinero o a hacer las cosas más rápido, pero, aunque suene cursi, para el alma si lo es. De eso me olvido y mi estante de libros me ayuda a recordarlo. No camino diariamente por ningún campo de flores, ni siquiera un jardín con flores para oler, pero Rafael Cadenas siempre pone a mi disposición algunas palabras que se asemejen a algún olor que me levante del piso.

Tomar alguno de sus poemas es despegarse un momento de la realidad mirándola a los ojos. Espero profundamente que ese haya sido uno de sus propósitos al escribir, sé que es así, de lo contrario me sentiría violentada. Es un viaje cósmico, sí, casi involuntario, una mirada de reojo a lo que somos, desde lejos. Con razón su voz se siente extranjera, sus palabras parecen de otro lugar, de otras latitudes.

No sé si es porque el libro es de un color más claro que los que lo rodean en mi estante o porque las palabras que escogió Cadenas para sus poemas son las que siempre resuenan con un eco bastante profundo en mi cabeza, haciendo vibrar hasta a mi torso; cualquiera de las dos opciones parece perseguirme y hacerme oler las flores de vez en cuando.

“Tuve que disentir, / ocultarme / desaparecer. / Tuve / que ser una disonancia”. Así empieza el poema Realidad, de su poemario Intemperie. Hasta los nombres juegan conmigo y me devuelven la mirada, casi sádica, de un encuentro cercano conmigo misma. Estoy segura que más de uno de sus lectores procura darse una vuelta de vez en cuando por esas líneas que se convierten en un espejo, transporte a esta misma dimensión.